Bienvenido amigo

Como dices: "Que no me vengan con cuentos los que viven del cuento", he decidido venirte solo con cuentitos, y con cuentagotas.



martes, 23 de febrero de 2016

Envidiosa

Mientras contempla la calle trasera del colegio, sentada entre geranios frente al ventanal, una interna fuma el último cigarrillo como cada noche.
Hoy, aunque llueve a mares, dos enamorados se detienen ante el quiosco y tiran el paraguas abierto a la acera. Enseguida el chaparrón les convierte las ropas en una segunda piel. Coches y relámpagos les iluminan los cuerpos abrazados y el deseo con el que, náufragos de sí mismos, se aferran uno al otro. Ahora su rítmico vaivén se acompasa con el del paraguas abandonado, que se mueve como un barco a la deriva sobre el mar de cemento.
A la colegiala tanta caricia húmeda y tormentosa acaba por abrirle la soledad adolescente en carne viva. Piensa: "Serán amantes, claro. Si me caso con el soso de Félix, un día me echaré un amante como ese, haremos el amor junto al quiosco, con un buen aguacero, y otra interna nos envidiará desde aquí arriba".
Ignora que, cuando llegue la ocasión, su alma de envidiosa incorregible abandonará al amante apasionado a la deriva. Esa otra noche de perros y empapada hasta la médula, solo pensará en subir a reclamar a la intrusa su añorado sitio entre los geranios.


         

2 comentarios:

  1. Tal parece que la colegiala es como el perro del hortelano: no come ni deja comer. Me gusta mucho este cuento sobre envidias y geranios.

    Cariños,
    Mariángeles

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, querida Mariángeles.
      La envidia tal vez cause más sufrimiento al envidioso que al envidiado.
      Nos seguimos leyendo.
      Un abrazo enorme.
      Luisa

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