Bienvenido amigo

Como dices: "Que no me vengan con cuentos los que viven del cuento", he decidido venirte solo con cuentitos, y con cuentagotas.



viernes, 12 de febrero de 2016

Sequía pertinaz




         Lleva tiempo agrietada la tierra sedienta. Por todos los pueblos de la comarca, sacan a San Isidro Labrador en procesión, los domingos después de misa; pero el cielo sigue haciéndose de rogar.
         Don Ladislao ahondó sus pozos en las aldeas de Villalegre y Valdesonas. Coge maíz, legumbres, hortalizas, frutas... Numerosos pobres le piden préstamos: unos dinero, otros tocino, otros patatas. Como finalmente no pueden saldar las deudas contraídas, acaba por quedarse con sus parcelas. Ya se ha adueñado de todo Mugo y medio Cance. Ahora manda ahondar los nuevos pozos. Bastantes hombres trabajan para él solo por la comida. Además, le ofrecen sus cuerpos las viudas de Cequiño. También las solteras de Olivares y Jaral. Y las casadas de Esperjas y Villarrosa.
         Cada noche, a las once, los cascos del caballo alazán levantan polvo mientras resuenan sobre el suelo de una calle desierta. Bajo el cielo despejado, el peso de un fantasmagórico nubarrón plomizo humilla a una casa baja a la que el jinete, envuelto en su capa negra, entra sin llamar.
            –Hoy está lloviendo en Esperjas; a Angustias, la de Valentín –se corre enseguida la voz, para que los demás respiren aliviados aunque solo sea hasta mañana. 

4 comentarios:

  1. Recuerdo este cuento, y como la primera vez que lo leí, me impresiona. Es una sensación en mi cuerpo; una que no entendía. Ahora sé que es dolor por la injusticia. Te felicito.

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  2. Gracias, Marina. Sí, es eso.
    Un abrazo grande.

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  3. Triste cuento que desafortunadamente en muchas vastas extendiones o en pequeños rincones se hace pura realidad. El doble castigo de la mujer: su sexo y su pobreza.

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